Llavaneres
En lo alto de una ladera abrupta de Llavaneres, donde el paisaje del Maresme se funde con el horizonte del Mediterráneo, se levanta una vivienda que desafía la gravedad. A primera vista, se presenta humilde y discreta, una línea de horizonte en forma de vivienda de una sola planta, como un trampantojo que engaña al ojo y esconde su verdadera magnitud.
Vivienda unifamiliar aislada
Enero 2024
Los muros, oxidados de manera natural, relatan el paso del tiempo, como si la casa hubiera brotado de la misma tierra roja. Dialogan con la caliza blanca que recubre la fachada, en un contraste audaz, pero sereno, que evoca el choque entre la naturaleza indomable y la mano humana que la doma. La piel del edificio se erige como un testimonio de fuerza y ligereza, de lo orgánico y lo sólido.
Al cruzar el umbral, la casa se despliega en tres niveles, siguiendo la pendiente natural del terreno, como un río que encuentra su cauce. Cada planta, escondida a la vista desde la entrada, se abre en generosos espacios que respetan el entorno y miran hacia el sol. Aquí, la sostenibilidad no es un capricho, sino una filosofía, con cada rincón pensado para respetar y convivir con el ciclo natural del entorno.
Construida bajo los principios de la bioconstrucción, la vivienda respira con su entorno. Los materiales vivos dialogan con la tierra, capturando la energía del sol y del viento, integrándose con el paisaje en una danza de eficiencia y respeto por el medio. Esta casa no solo es refugio, sino una extensión del paisaje, un lugar donde el ser humano se reconcilia con la naturaleza en una armonía arquitectónica.